martes, 30 de noviembre de 2010

¿Qué es el Adviento?


Tiempo de Adviento y Navidad                                        
Refrescando nuestra memoria
¿Qué es el adviento?
El año eclesiástico, es decir, la forma en que la iglesia ha decidido marcar sus épocas y sus festividades se inicia con Adviento, comenzando el 4º domingo anterior al día de Navidad. 
¿Qué ha significado el Adviento para la vida de la Iglesia Cristiana y que puede significar para nosotros, hoy?
Hay dos periodos de preparación en el año eclesiástico; Cuaresma, es uno; es el periodo en el cual los cristianos se preparan para celebrar la gran festividad de la Pascua. El otro período de preparación es el de Adviento. Es la época cuando los cristianos en todo el mundo se preparan para la celebración de la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios.
La palabra adviento significa venida, y se refiere a la venida de Cristo como Salvador.
Nosotros y nosotras conmemoramos esa venida cada año.
En adviento recordamos el largo período de espera antes que Cristo viniera a nacer en un pesebre para salvar al mundo.
Durante siglos el pueblo judío había estado anhelando un salvador. En sus primeros días, Dios les había buscado cuando eran peregrinos sobre la tierra y les había llamado para que fueran su pueblo, prometiéndoles ser su Dios. Y ellos le siguieron, aunque no por mucho tiempo, ni muy bien. Por mucho tiempo ciertos hombres reinaron y condujeron al pueblo con intención  de mostrar “los caminos de Dios” pero según cuenta el Antiguo Testamento – “Hicieron lo malo delante de los ojos del Señor” – de manera que el pueblo fue entregado a sus enemigos y otra vez se convirtieron en un pueblo errante y disperso.
Pero en este pueblo, nació una nueva esperanza, que Dios los salvaría otra vez y para siempre.
Esta nueva esperanza se aferró a los corazones de los judíos. Gradualmente asumió tal importancia en sus vidas, que se convirtió en una parte esencial de su fe en Dios, Dios habría de enviarles un salvador, un Mesías prometido.... Y Él vino, no como un rey, ni como un ángel en una carroza, sino como un débil niño que se convertiría luego en un maestro que iría de pueblo en pueblo proclamando las buenas nuevas.
Y así Jesús sorprendió a aquellos que le esperaban.
En Adviento, recordamos que nosotros y nosotras seguimos aguardando su venida. Y cuando en medio del Adviento, nos encontramos con Él mientras le esperamos, comprendemos que también nos ha tomado por sorpresa.
Nos sorprende con sus promesas, cuando las recordamos:
para ser más llevaderas nuestras cargas...
para mostrarnos el camino del amor....
para darnos la paz que el mundo no nos puede dar.
Nos sorprende con la pureza y la sencillez de su vida, cuando recordamos:
su nacimiento humilde...
su amor para con todos...
su defensa por los desheredados...
su comprensión por aquellos que se creían juntos...
Nos sorprende también, con sus demandas, cuando nos permitimos escucharle:
su demanda que amemos a todas las personas... su demanda que tratemos de ser perfectos/as, como lo es el Padre...
su demanda cuando no somos solidarios...
Sí. Él viene todavía. Y viene a nosotros y a nosotras con sorpresas. Sí. En Adviento esperamos.
Esperamos: recordando a aquellos que esperaron antes que nosotros, aquellos que no estaban preparados para recibir a un rey que nació en un establo.
Esperamos: rogando a Él que venga a nuestras vidas, que nos sorprenda con sus caminos.
Esperamos: sabiendo que todavía no ha llegado al fin y orando para que Cristo, llegando a su tiempo, gane el mundo para su amor.

En cuanto a su práctica, hay testimonio de que el Adviento se practico en algunas comunidades monásticas primitivas, aunque los testimonios son variados en lo que concierne a su duración y a las formas que implicaba. En algunos casos parece que se tomaba como una segunda cuaresma, pues duraba cuarenta días y se practicaba el ayuno y otras formas de austeridad para estimular la reflexión y la devoción.
El Adviento es un tiempo de vigilia y espera en el cual nos preparamos para la “venida” o “llegada” (del latín Adventus) del Señor. Es un tiempo lleno de expectativa que nos predispone a abrir nuestro corazón y nuestra mente a la manifestación del Señor en la comunidad y en la vida.
Para caminar juntos y acompañarnos mutuamente en este tiempo especial, seguiremos los textos del libro de Isaías propuestos en el leccionario. Estos pasajes evocan un clima de alegría y expectativa que se recrea en el tiempo de Adviento: la esperanza en un descendiente de David que gobierne con sabiduría y justicia (Is 11:1-10), la alegría de los salvados que regresan (Is 35:1-10), la señal del niño “Emanuel” (Is 7:10-16), el niño enaltecido y la alegría de la liberación (Is 9:2-7), el anuncio de salvación y la preparación para ponerse en marcha (Is 52:7-10), la evocación de la memoria histórica del pueblo de Israel y la misericordia manifiesta de Dios (Is 63:7-9). La mayoría de los pasajes son precisamente aquellos que han sido leídos tradicionalmente por la iglesia cristiana a la luz del Evangelio y de la persona de Jesús.
El nombre de Isaías en hebreo significa “Dios salva” y esto ya ofrece una primera orientación del mensaje y del programa que se propone para este tiempo de adviento y navidad.
LA IGLESIA DEBE ESTAR PREPARADA
Considerando la misión de nuestras iglesias y la situación en la que nos toca actuar hoy, y recuperando nuevamente el significado del Adviento y la Navidad, pensemos una celebración integral que contemple y coordine tres aspectos de nuestra realidad:
La Congregación:
Congregación es el pueblo que Dios reúne en un lugar determinado. Por lo tanto, como pueblo de Dios la Navidad tiene un significado muy especial. Es importante prepararse en espíritu y mente para celebrar esta fecha. Reunirse grandes y chicos, en adoración, buscando la voluntad de Dios para nuestras vidas y nuestros actos, en gratitud y alabanza.
La Comunidad:
La Navidad ha llegado a ser una fiesta popular. En todos lados se celebra. No es posible planear la Navidad sin considerar el significado que tiene para la comunidad ¿Cómo llevar el mensaje de Dios encarnado a los vecinos? ¿Cómo competir con la fuerza comercial para dar un sentido más profundo a la época? ¿Cómo ser presencia y testimonio?
La Familia:
Hay muchos factores que dividen la familia. Cada uno tiene sus propios intereses. De alguna manera, la Navidad es una fecha que se celebra en la mayoría de los hogares ¿Cómo acompañar a las familias que estén pasando por momentos críticos o de aflicción? ¿Cómo ayudarles a formar tradiciones significativas (o enriquecer las que ya tienen)?


PLANIFICANDO EN TRES DIMENSIONES

Objetivos

Congregación:
-  Reunir al pueblo de Dios en adoración es este tiempo de espera.
-  Celebrar el hecho de la encarnación de Dios en Jesucristo.

Comunitario:
-     Dar testimonio del significado de Adviento y de la Navidad.
-     Ser presencia de Jesucristo en la comunidad.

Familiar:
-       Acompañar a las familias a descubrir un sentido más profundo de la Navidad.
-       Acompañar en la reconciliación y recuperación de relaciones fraccionadas. 

Formas

Cultos de Adoración
28 de noviembre, Primer domingo de Adviento, Ciclo A (Morado) / Salmo 122; Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14; Mateo 24:36-44

5 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento (Morado) / Salmo 72:1-7, 18-19; Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-13; Mateo 3:1-12

12 de diciembre, Tercer Domingo de Adviento (Morado) / Salmo 146:4-9 o Lucas 1:47-55; Isaías 35:1-10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11

19 de diciembre, Cuarto Domingo de Adviento (Morado) / Salmo 80:1-7, 16-18; Isaías 7:10-16; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-25

Culto Navideño:


Sábado 25 de diciembre, “Navidad” (Blanco) / Matutino: Salmo 97; Isaías 62:6-12; Tito 3:4-7; Lucas 2:1-20.
Vespertino: Salmo 98; Isaías 52:7-10; Hebreos 1:1-4 (5-12); Juan 1:1-14.


Música: coros, conjuntos musicales, grabaciones, etc.

Teatro: dramatizaciones, teatro leído, creación de obras, interpretaciones.

Títeres: confección interpretación.

Artesanías y plásticas: dibujos, manualidades.

Exposiciones – visitas – boletines – reuniones comunitarias.

Cultos hogareños.

Sugerencias navideñas en boletines, comidas, adornos, ambientación.

Visitas entre familias y/o entre familiares.

Sugerencias para la celebración de la Noche Buena.

Viernes 24 de diciembre, “Nochebuena” (Blanco) / Salmo 96; Isaías 9:2-7; Tito 2;11-14; Lucas 2:1-14, 15-20

El libro del profeta Isaías
Desde tiempos muy antiguos se ha asignado al tiempo del adviento la lectura casi diaria del profeta Isaías, cuyas páginas más significativas son proclamadas en estos días, como palabras permanentes de esperanza y de consuelo para todos los hombres. El libro de Isaías es una de las obras más ricas y bellas de toda la Biblia a nivel literario y teológico. Además, siendo el libro del Antiguo Testamento más citado en el Nuevo, es uno de los más conocidos de la literatura profética. Sin embargo, este libro, más que una sola obra, es una colección de escritos de diversos siglos y de diversos autores que los estudiosos han dividido en tres grandes partes: el Primer Isaías, que abarca Is 1-39 y proviene seguramente del profeta Isaías que vivió en el s. VIII a.C. en Jerusalén; el Segundo Isaías corresponde a Is 40-55 y fue escrito por un profeta anónimo en tiempos del exilio, hacia el s. VII a.C.; y el Tercer Isaías es obra de uno o varios profetas anónimos posteriores al exilio, hacia el s. VI a.C., y está compuesto por Is 56-66. En el tiempo del adviento leeremos textos de las tres partes de Isaías y es importante saberlos situar en su momentos histórico. A continuación vamos a referirnos a la época de cada una y a los textos del adviento más significativos.
1.1 El Primer Isaías (Is 1-39).
Esta primera sección del libro se atribuye al profeta Isaías que vivió en Jerusalén en el s. VIII a.C. Esta fue una época marcada por el expansionismo militar y político de las grandes potencias internacionales que trajo consecuencias catastróficas tanto para el Reino del Norte (Israel), que cayó en el 722 bajo el poder del ejército asirio, como para el Reino del Sur (Judá), que sufrió constantemente ataques y asedios militares y tuvo que someterse políticamente a Asiria en el 701. Por tanto, fue una época de inestabilidad y de miedo. Al interior del país creció el abuso de las clases altas, produciendo escandalosas diferencias sociales e injusticias. Isaías proclamó la necesidad y la importancia de la fe en una situación de tanta inseguridad: para él la fe en el Señor excluye todo temor, y al mismo rey le aseguró la fidelidad del Señor para mantener la continuidad de la dinastía davídica en momentos críticos para el país (cf. Is 7,7-9; 30,1-5; 31,1-3); también denunció como contrarios al plan del Santo de Israel (Is 5,12.19) la corrupción, la explotación de los pobres y el culto hipócrita que buscaba justificar los abusos (Is 1,10-20).
Los textos que leemos del Primer Isaías en el adviento tienen que ver con la esperanza mesiánica y la confianza en Dios (Is 2,1-5; 4,2-6; 11,1-10; 25,6-10; 26,1-6; 29,17-24; 30,19-21.23-26). Isaías nos invita a soñar y a esperar. Esta es la función de Is 2,1-5 al inicio del adviento una impresionante peregrinación de todos los pueblos hacia el monte del Señor en Jerusalén, de donde brotan la enseñanza (torah) y la palabra de Dios (Is 2,3), para dejarse enseñar por él. El resultado es el desarme y la paz universal ya que todos los hombres han hecho coincidir sus propios proyectos con los caminos del Señor. El adviento nos enseña a esperar y a preparar este sueño de paz y de fraternidad en el que Dios es el único “juez de las naciones y árbitro de pueblos numerosos” (Is 2,4). Pero Isaías no es un soñador superficial, él sabe que para que los sueños sean realidad exigen nuestro compromiso. Y por eso habla de la necesidad de una “purificación”. El sueño será realidad “cuando el Señor lave la mancha de las mujeres de Sión y limpie en Jerusalén la sangre derramada con viento justiciero, con viento ardiente (Is 4,4). Es consolador saber que Dios está en medio de su pueblo dispuesto a prepararlo, a cambiarlo, a condición de que el pueblo se disponga dócilmente con humilde fe y confianza. La obra de Dios alcanza horizontes infinitos con la aparición del Mesías, que trae la paz universal y la justicia para los pobres (Is 11,1-10). Al final de la historia se describe un espléndido banquete, en el que se celebra el triunfo definitivo de la vida, porque Dios ha destruido todo lo que hacía llorar y sufrir a los hombres (Is 25,6-10). Isaías invitará constantemente a la confianza porque Dios está siempre llegando para salvar a los humildes que se abandonan a su amor, “al pueblo justo que se ha mantenido fiel, que mantiene la paz porque ha puesto su confianza en ti” (Is 26,3).
1.2 El Segundo Isaías (Is 40-55)
Esta segunda sección del libro es obra de un profeta anónimo que vivió en el tiempo más duro y más trágico de la historia del pueblo de la Biblia: en la época en que Israel fue llevado al exilio a Babilonia, después de perder su tierra, su monarquía, su Templo, sus tradiciones, etc. En los capítulos 40-48 anuncia a los desterrados la liberación del dominio de Babilonia, mientras que en los capítulos 49-55 parece dirigirse al segundo grupo de los que regresan a la patria y emprenden la reconstrucción de Israel.
Los textos que leemos del Segundo Isaías en el adviento tienen como temática el consuelo y la esperanza en la acción de Dios que puede crear todo de nuevo (Is 40,1-11. 25-31; 41,13-20; 48-17-19). El oráculo con que se abre el libro (Is 40,1-11) es una invitación a contemplar y gustar la bondad del Señor: “¡Consolad, consolad a mi pueblo!” (Is 40,1). Todos tenemos necesidad del consuelo y debemos creer que Dios llega y que podemos ser consolados por su bondad. En el lenguaje bíblico, “consolar” no significa simplemente “compadecerse”, sino cambiar una situación de dolor y de muerte en otra de esperanza y de vida. El pueblo está todavía en el exilio y el profeta lo invita a creer en el Dios que ha perdonado su culpa (Is 40,2) y que viene a salvarlo: “¡aquí está tu Dios, aquí está el Señor que viene con poder!” (Is 40,10). Solamente hay que preparar un camino para que Dios llegue (Is 40,3) y para que el pueblo regrese a su tierra, cargado amorosamente por Dios y delicadamente conducido hacia su tierra (Is 40, 11). El retorno a Jerusalén se hará en el desierto, pero ahora como camino triunfal que no conoce senderos torcidos ni caminos peligrosos, ya que el Señor es el pastor que va guiando a su pueblo, pues “apacienta como un pastor a su rebaño y amorosamente lo reúne, y lleva en sus brazos los corderos” (Is 40,11). Como en el éxodo de Egipto el Señor recorre el camino del desierto con su pueblo y es su guía hacia la salvación. El Señor, “Dios eterno” (Is 43,28), es un Dios de misericordia que “no se cansa, no se fatiga, su inteligencia es inescrutable” (Is 40,28), que ama infinitamente a su pueblo y lo invita constantemente a no tener miedo: “Yo, el Señor tu Dios, sostengo tu brazo y te digo: No temas, yo mismo te auxilio” (Is 41, 13), “No temas, gusanito de Jacob... yo te auxilio” (Is 41, 14). Basta que el pueblo esté dispuesto a acoger su palabra y a obedecerlo: “Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir. ¡Ojalá hubieras atendido mis mandatos! Tu bienestar sería como un río; tu prosperidad como las olas del mar...” (Is 48,17).
1.3. El Tercer Isaías (Is 56-66)
Todo hace indicar que esta parte de Isaías hay que situarla después del exilio, cuando gran parte del pueblo había vuelto a Israel, aunque no es fácil especificar una fecha precisa. La situación que se vive es difícil. Las promesas del Segundo Isaías parecían irrealizables, aun cuando el exilio había ya terminado; las dificultades para reconstruir el Templo y la ciudad eran muchas; a la mayoría le parecía imposible poder restablecer las condiciones de una vida social, política y económica decentes. Este profeta intenta invitar al pueblo a confiar de nuevo en la palabra del Señor que no puede fallar (Is 66,5), ya que se ha comprometido con los suyos a través de una alianza (Is 59,21) confirmada en la historia (Is 63,7-9). El Señor es siempre el mismo y no se ha vuelto incapaz de ayudar a los que se dirigen a él con confianza (Is 59,1). En este contexto hay que leer las entusiastas descripciones de Jerusalén presentada como capital ideal del nuevo reino y centro del mundo hacia el cual se dirigen todos los pueblos (Is cap. 60-62; 65,16-25; 66,10-14). El motivo de esta grandeza futura de la ciudad santa es la presencia del Señor que ilumina y envuelve con amor al pueblo que ha salvado (Is 60,1.19-22; 62,11-12).
En el tiempo de adviento leemos algunos textos de este profeta para reanimar nuestra confianza en el Señor en medio de las dificultades de la historia, ya que él viene a liberar a su pueblo y a colmarlo de gozo (Is 61,1-11; cap. 63,16-64,7). En el resuena la voz entusiasta de este profeta como un verdadero “evangelio” para los pobres, esperanza para los enfermos y anuncio de liberación para los esclavos y los prisioneros: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena nueva a los pobres, a sanar a los de corazón destrozado, a proclamar la liberación de los cautivos y a los prisioneros la libertad” (Is 61,1-2). Como un heraldo en ocasión de la celebración hebrea del jubileo, así el profeta anuncia la liberación, la consolación y la paz para la entera comunidad de Israel. Es “el año de la misericordia del Señor” (Is 61,2), el jubileo perfecto y definitivo en que se restablece un mundo nuevo basado en nuevas relaciones entre los hombres. También se cambian las relaciones entre Dios y el hombre pues el Señor está dispuesto a celebrar con su pueblo un matrimonio de amor que no acabará jamás. El pueblo es “como novia que se adorna con sus joyas” (Is 61,10), a quien Dios da “un vestido”, como signo de protección y especial amor: “me vistió con un traje de salvación” y me cubrió con un manto de liberación” (Is 61,10). Serán transformadas también las relaciones entre la humanidad y el cosmos entero, ya que Dios hará surgir una naturaleza fértil y generosa y una sociedad justa y creyente: “Pues como la tierra echa sus brotes y un huerto hace germinar la semilla, así el Señor hará germinar la liberación y la alabanza ante todos los pueblos” (Is 61,11).
En  Is 63-64 el profeta recuerda las múltiples intervenciones salvadoras de Dios en el pasado despreciadas por el hombre a causa de su rebeldía y de su pecado (Is 63,7-14; 64,1-6) y que han llevado ahora a la situación dolorosa y dramática de silencio de Dios que parece haber olvidado a los suyos: “¡Permanecerás insensible ante todo esto? ¡Seguirás callado, Señor para humillarnos hasta el extremo?” (Is 64,11). El pueblo suplica ardientemente: “¡ojalá rasgaras el cielo y descendieras!” (Is 63,19), sabe que el Señor al final lo salvará (64,4) pues es el Padre del pueblo, el alfarero que lo ha creado (63,16; 64,7), que no volverá a recordar las culpas de Israel arrepentido (64,4-5.8) pues ama a los suyos con amor eterno (63,15.17).










LECTURAS PARA EL USO DE ESTE MANUAL DE ADVIENTO Y NAVIDAD:
·         28 de noviembre, Primer domingo de Adviento, Ciclo A (Morado) / Isaías2:1-5; Salmo 122; Mateo 24:36 - 44 - ESPERANZA – VELA VERDE.

·         5 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento (Morado) / Isaías 11:1-10; Salmo 72:1-7, 18-19; Romanos 15:4-13; Mateo 3:11b -12 – JUSTICIA – VELA AZUL.

·         12 de diciembre, Tercer Domingo de Adviento (Morado) / Isaías 35:1-10; Salmo 146:5-10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-6 – GOZO – VELA AMARILLA.

·         19 de diciembre, Cuarto Domingo de Adviento (Morado) / Isaías 7:10 - 16; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-25 – AMOR – VELA ROJA.

CULTO NAVIDEÑO:

·         Sábado 25 de diciembre, “Navidad” (Blanco) / Matutino: Salmo 97; Isaías 62:6-12; Tito 3:4-7; Lucas 2:1-20.
Vespertino: Salmo 98; Isaías 52:7-10; Hebreos 1:1-4 (5-12); Juan 1:1-14 – PAZ – VELA BLANCA.



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